Y te llamaré Cacho.

Te imaginaré rosarino, exiliado, patriota. Te imaginaré resentido por algún oscuro trauma de la niñez, reprimido, profundamente aburrido. Te imaginaré poco o nada creativo, algo culto aunque mentalmente estrecho. Te imaginaré poco agraciado.
Pero no me alcanza.
Te agregaré entonces una fuerte impronta xenófoba, que como por definición no puede sostenerse en un orden discursivo racional, echa mano a improperios revulsivos. Te agregaré una importante dosis de cobardía, porque elegís los improperios en vez de un arma de fuego para acallar tus fantasmas, y lo hacés en forma anónima.
Pero no me alcanza.
Adjudicarte todo lo que desprecio no me inspira ni remotamente una sarta de nauseabundas ofensas para enrostrarte que pudieran emular las tuyas. Por qué será? Tal vez sea que estamos hechos de diferentes maderas; porque mi desprecio hacia vos no tiene límites, te lo aseguro.
No sé; me inspirás angustia y miedo, y un poquito de lástima también. Pensar que cualquier persona de mi entorno, que vive su vida pequeña y rutinaria y tranquila, pueda esconder a alguien como vos! Y llevándolo un poco mas lejos, esta idea me devuelve como un búmerang a un pesimismo esencial, del que intento alejarme cada mañana para poder levantarme de la cama.
Espero olvidarme de esto pronto. Tengo tanto que hacer! Pero tenía que dedicarte este tiempito, más por mí que por vos, claro.